lunes, 1 de diciembre de 2014

Libre

Agobiado por la horrible situación económica, Claudio se sentaba en el alféizar de la ventana y trataba de evadirse de las discusiones con su pareja, el asfixiante clima de desesperación que lo rodeaba, los gritos, las discusiones y la llegada de nuevas facturas que a fuerza de no abrirles la puerta, habían aprendido, hábiles, a colarse por debajo y llegar hasta su mano.
Mirando por la ventana se encontraba, con uno de esos sobres sin abrir en la mano, cuando se posó un pajarillo a pocos centímetros de él. Podría haber intentado tocarlo pero no tenía fuerza para mover el brazo. Y en pocos segundos el animal volvió a levantar el vuelo. Y lo envidió.
Claudio quiso ser un pájaro. Libre. Volar sobre la ciudad. Dejarse mecer por el viento y sus corrientes. Apoyarse en cables, antenas, árboles, barandillas, capialzados y espantapájaros. Detenerse a beber en las fuentes del parque, emigrar en invierno y volver en verano. Estar a la merced de la lluvia, el granizo, la nieve. Pasar frío. Vivir con el temor constante de que un ave rapaz diera buena cuenta de él. Intentar esquivar balines de escopeta. Ser preso de una jaula zarandeada en el mercadillo de los sábados. Ser engullido por un gato silencioso. Sufrir una disección por un grupo de niños más crueles que curiosos.

Claudio reparó en que hasta ahora no había pensado en lo que significaba ser un pájaro y que eso no iba a mejorar su situación. Así que abrió el sobre y relativizó la importancia de los números que allí aparecían. Concluyó que no les iba a dar ninguna trascendencia y sonrió en el momento en que su cabeza golpeó contra la acera.

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